sábado, 20 de julio de 2013

Per a la dona del tren

Un boleto de tren con el mismo número pero letras diferentes, un miedo al fracaso que han dejado otros amores y un cretino acanallado de aretes como argolla de llavero que se sentó a tu lado porque yo no tuve el valor (y porque mi asiento estaba a dos del tuyo). De trenza en el pelo y manillas en las manos, pantalones de verano y audífonos blancos en los oídos. Te veo pasar, mordiéndote los alrededores de las uñas como pensando en aquel amor que dejaste atrás, pero que va contigo como equipaje por donde vayas.

Seguramente vives en una casa de Catalunya, con ventanas pequeñas y un perchero bajito donde cuelgas ese sombrero que tiene rosas pegadas con cola industrial.  Hay días que me pregunto qué hace alguien como tú viajando a Madrid, ¿qué se te ha perdido en Madrid? Pero no lo sé, y seguramente tampoco lo sabes tú.

Si me hubiera tocado en el asiento de al lado, te hubiera compartido mi sándwich, tú responderías con una sonrisa y le darías un mordisco con la boca medio abierta. Yo te haría reír, como siempre que me pongo nervioso y entre risa y risa nos hubiéramos conocido muy bien.

Quizás serías un amor de una tarde en los ferrocarriles, desembocando en un beso al final de tu trayecto. O quizás serías el amor de mi vida, y tendríamos dos hijos y tres nietos, y una casa de ventanas pequeñas y percheros bajitos, pero nunca lo sabremos porque el destino nos puso cerca, pero no lo suficiente.

Quizás eras el camino a la felicidad, pero me conformo con mirarte a un par de metros, mientras quizás tú te preguntas lo mismo sobre aquel cretino de barba y sombrero (parecido al tuyo) al que la compañía de trenes le dejó el asiento que tenía que ser mío.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario