lunes, 20 de enero de 2014

Adiós

Me despido de tus mentiras y de tus abrazos, de tus ataques de celos y de la bonita manera en que tu cuerpo encajaba con el mío. Me despido de los encuentros esporádicos y de la forma curiosa que tienes de fingir. Te escribo a ti, médica, que nunca fuiste capaz de creer en mis palabras que piensas que todo lo que digo y todo lo que hago no es más que una obra de teatro. La verdadera talentosa eres tú, la que es capaz de encerrarme en el pasado con sus apariciones presentaciones, la que vende más tíquets para el espectáculo de sus ojos. Gracias por mostrarme quien realmente eres, gracias por darme el placer de saber que estás más linda que nunca pero que te falta pureza, te falta humildad y te sobra coraje. Adios a las manipulaciones y excusas tontas, ni tú ni yo seremos felices, pero lo que importa es lo que parezca. Fue todo muy lindo, las películas y canciones, las miradas y sonrisas y las promesas que nunca se van a cumplir. 

"Preferiría que estuvieras conmigo”. 

Sí, pero ¿Quieres?



Esto es lo último que te escribo Juli, de ahora en adelante dejaré que te escriba él. 


2 AM

Salto, charlo y discuto con mi hermano. Videojuegos, claro está, lo único que parece importarle a él. Me gustan, pero nunca he podido llegar a engancharme realmente con alguno. Miro a las perras de mi casa correr, ladrar y pelearse entre ellas mientras que seguimos saltando. No entiendo por qué, pero este momento se siente más real que ningún otro. Me limpió el sudor con la mano y pienso que tendré que cambiarme la camiseta roja del Atleti que tengo puesta, la roja de la celebración de la copa, con el 9 de Falcao atrás. Mientras saltamos me pregunto también por qué nunca he sido un fumador mientras sospecho que esta noche de estrellas sería el momento perfecto para un buen cigarrillo. Me intriga saber qué me traerá el futuro y me asusta la manera como las personas te pueden percibir tan bien sabiendo tan poco de ti. Paro de escribir, pues vuelvo a la tertulia de la madrugada con mi hermano. Saludos, colega. Que te vaya bien. 

Juguetes

A todos los quise mucho, en especial cuando no jugaba con ellos, porque la cabeza, más que el corazón funciona así. Todos somos niños inmaduros en el fondo, todos somos pruebas vivientes de la teoría del juguete.

A los 3 quise igual, y a veces los quise al mismo tiempo. Cuando uno está, es en los otros en los que pienso y cuando no está ninguno, mi egoísmo me obliga a buscar entrar de nuevo, porque no me basta hacer parte solo de mi vida, me gusta estar en la de ellos. Y a menudo me pregunto, en noches de lamentos y nostalgias ¿Qué carajo es el amor? Sé que siempre los he querido pero nunca he sabido si quiera por dónde empezar a responderme. 

A menudo pregunto cómo irán sus vidas, hay veces que envío mensajes, hay veces que me lo pregunto a mí mismo. Muchas veces he quedado esperando una respuesta, pero un poco de indiferencia es apenas predecible después de ser el máximo exponente de la teoría del juguete. 

Con el tiempo han venido otros juguetes, algunos me distraen más que otros, pero me aburro como cualquier niño de sus virtudes. Y me pierdo como sólo yo me sé perder. Sólo esos tres juguetes perduran, sólo esos tres han sobrevivido en los recuerdos de este niño cruel.

miércoles, 1 de enero de 2014

Segundos

Presientes su presencia, la conoces bien. Algún amigo te confirma que ahí está y te mueres un poco por dentro. La ves, se miran a los ojos y ese momento dura para siempre y como siempre, está con él.

Mírame los segundos que me tengas que ver para darte cuenta que ya no somos los mismos. Me matas, me asusto y me voy. Cálculo y pienso que ya no estás ahí. Vuelvo. Te encuentro en el mismo sitio, todavía  con él. Mis ojos no reflejan nada pero por dentro se está muriendo lo mejor de mí. Siempre te escribo a ti, pero nunca te he despertado la inspiración.

Nunca has creído en nada, pero pides  a todos los dioses que no la encuentres jamás, o sabes que la matarás, y ni ella ni tú quieren eso. La miras de nuevo, sabiendo que ya se acerca el nueve, sin saber si te quedan los suficientes cojones para hablarle ese día. Se miran de nuevo, esta vez como diciéndose que los dos no caben en el mismo pueblo. Sabes que alguien se tiene que ir; eres tú.