martes, 8 de mayo de 2018

Fotos viejas, culpas, recuerdos bonitos y una falta de timing la hijueputa.

Me sacaste una foto hace seis o siete años. Recuerdo la escena como si el que hubiera capturado el momento hubiese sido yo. Acababa de estar en el salón de matemáticas tomándole yo una foto al grupo más avanzado, cuando sin preguntarme, me apuntaste con tu cámara (como tantas otras veces) y esbocé una mueca.

Siempre me ha gustado eso de ti. En este momento y en esta tierra que nos tocó habitar, el postureo manda y las fotos chéveres para las redes sociales son moneda de cambio. Para ti no. Siento que esa cámara Canon que tienes casi desde que te conozco ha capturado más caras desprevenidas que paisajes, que la mayoría de fotos que ha tomado no están en Instagram, que prefiere las fotos en las que el sujeto no posa deliberadamente por tratarse de una fecha especial o de un fondo que vale la pena recordar.

Lamento que ese artefacto no capture más mis gestos. Es mi culpa, a fin de cuentas, pero eso no lo hace menos penoso. Pasa que en lo que llevo de vida el timing nunca ha sido mi fuerte. Pasa que sé que, aunque entonces tuviera intenciones de sacarme del pecho mil palabras que tendrían que haberse dicho en otro momento, actué de una manera obstinada que te quitó una de las cosas más bonitas que tenía nuestra relación. Por mostrarme como un loco desesperado, por no saber guardarme una carta y un paraguas y por dejar salir las palabras equivocadas en el calor de una discusión, perdimos la comodidad que sentíamos estando cerca el uno del otro. Dejamos morir esa naturalidad y esa seguridad mutua que solo dan los años, las experiencias y las historias compartidas.

Procuro no pensar mucho en esa noche. Si te soy sincero, creo que tengo el episodio bastante sacado de mi sistema. Escribo esto desde la tranquilidad que brinda saber que la mayoría de recuerdos que tengo de ti son recuerdos bonitos. Escribo estas palabras con pleno conocimiento de que no vale la pena viajar a los primeros meses de aquel año, y hacer las cosas de manera diferente, porque a pesar de ser animales nostálgicos, entendemos que la vida no consiste en preguntarse “qué hubiera sido” sino de hacer una evaluación crónica de las cosas que pasan. Se trata de entender qué ha sido, qué fue, qué podemos olvidar y qué podemos aprender de ese pasado en constante expansión.

Algún día me gustaría que tus álbumes de fotos tengan una versión más reciente de mi cara, con alguna mueca nueva quizás o probando una cerveza desconocida hasta ese momento. Habrá que ver cómo se dan las cosas. Por ahora solo me quedo con esa pequeña esperanza bonita de saber que sigo haciendo parte de ellos.

Haces falta en mi rollo de fotos, en mi grupo de personas con quienes tomar café y en mi lista de llamadas recientes.

PD. Pase lo que pase, espera de mí al menos un mensaje de saludo el día de tu cumpleaños. Me hiciste sentir muy bien cada 5 de febrero durante muchos años. Por eso, aunque no hablemos, me nace escribirte cada vez que llega ese día para ti.