lunes, 15 de septiembre de 2014

Mi primer Rock al Parque



Son las 11:50 de la noche, estoy echado en mi cama. Un cuadro de los Beatles cuelga sobre mi cabeza mientras yo me siento físicamente agotado, emocionalmente sorprendido y olfativamente apestoso. Hago el esfuerzo más grande que he hecho en mi vida para levantarme, salir del cuarto y cepillarme los dientes. Mientras me miro al espejo con los ojos a medio abrir, recuerdo todos los momentos que he vivido hoy. Desconecto del laptop la memoria de C-3PO que me dio mi hermana de navidad y me lo llevo a mi cama, para escribir este párrafo. Mañana hay que madrugar a clase de 7, me voy a dormir. 
  


Abro los ojos un poquito, estiro el brazo para mirar el reloj del celular y las notificaciones. 7 y 14 de la mañana, 2 notificaciones de Snapchat, nada importante. Escribo a Pedro, un viejo amigo para coordinar la hora y lugar de encuentro y me vuelvo a dormir un par de horas más, nada de nervios, relajado. A las 11 y 20 suena el móvil, es Pedro por Whatsapp:

-Kiúbole 11:14
-Ole ✓✓
-Esté bañado y listo porque en cualquier momento le digo caiga o llegue a algún lado 11:15


Me entro a bañar, me cambio y desayuno un sándwich, por aquello de estar listo. Me siento frente al televisor con alguna esperanza de que la maratón de los Simpsons no haya acabado aún, pero es demasiado tarde. A eso de las doce vuelve a sonar el teléfono, lucecita verde de nuevo, whatsapp.  

-Rafa la primera banda que vamos a ver es Cultura Profética, tocan a las 2:15, si quiere almuerce y llegue a mi casa. 12:09 
-Acuérdese: No traiga correa y si tiene las llaves en llaverito, tampoco el llavero. 12:10

Después de preguntar cómo debo ir vestido (qué primiparada, no) y de quitar el llavero de Darth Vader de mis llaves de la casa, me dirijo a la cocina y me preparo una sopa de tomate. Toco en el apartamento  de Aquiles, mi vecino. Abre y le pregunto si me puede llevar a casa de Pedro, asiente y me lleva media hora después. Paso 20 minutos donde Pedro, esperando a uno de sus amigos mientras nos bajamos una cerveza (qué lindo que es tomar un lunes festivo) y salimos para el parque Simón Bolivar en un bus que en el cartón de adelante dice Calle 68. Caminamos 15 minutos para llegar hasta el destino final y cuando llegamos ya está tocando Cultura Profética, ya ha iniciado Rock al Parque 2014 para mí.

No me gusta demasiado salir de rumba, hay demasiada gente y todos suelen estar borrachos, algunos incluso fuman marihuana durante las noches de rumba. No soporto el calor humano ni los tumultos, o “chichoneras”, como le dicen mis papás. No tengo idea de lo que se viene. 

Nunca había visto tanta hierba (ni gente) junta, ni siquiera en aquel concierto de Paul McCartney que aún describo como uno de los mejores días de mi vida. Es curiosa mi  relación con la hierba, tengo amigos que fuman casi todos los días y los he acompañado muchas veces, pero no me llama la atención. Huele a orégano seco en la plaza principal y venden “cigarrillos para subir la traba, bonbonbumes para bajarla”. El vocalista de la banda puertorriqueña que está tocando empieza a tocar Saca, prende y sorprende y las nubecitas de humo que salen hacia arriba se duplican, hasta Pedro saca un porro y se lo fuma también. La gente comienza a bailar, todos muy relajados, hay muchos pero se puede uno mover con normalidad. 

Termina “Cultura” y nos vamos a ver a otra tarima a la Colombian Blues Society. En el escenario Eco, hay mucha menos gente, el ambiente es otro y la música es diferente. También hay mucha mota, pero la mayoría de gente está ahí para descansar de estar parados y se recuestan a pastear como vacas, como estudiantes universitarios, como obreros a la hora del almuerzo antes de echarse un picaíto. Me paro a grabar una de las canciones y tomo un par de fotos antes de acostarme en el suelo a dormir 15 minutos. Nos ataca el hambre, a mí también y eso que no fumo, debe ser el humo (creo que tengo la Munchies light). Pedimos tres sándwiches de jamón serrano con tomate y nos dan tres sándwiches de tomate con medio bocado de jamón que no me sorprendería fuera traído directamente de Madrid, Cundinamarca. 

Nos regresamos al escenario principal del parque y ya ha comenzado No Te Va Gustar,  que irónicamente sí me gusta, mucho. Siento que no hice bien la tarea, porque solo me sé 4 canciones de NTVG y de esas solo tocan tres. Hay un tipo muy alto del que todos nos reímos porque no nos deja ver. Él se ríe también y le dice a una de las personas del grupo de al lado lo que sucede en el escenario, en tono de chiste.
-El guitarrista está dando vueltas. Yo le cuento qué pasa, relajado.
Cuando se termina la banda que sí me gusta, la gente empieza a moverse en avalancha para adelante, esquivamos miles de personas y nos adelantamos como 50 metros, el tipo alto nos ayuda a tener referencia de dónde estábamos. 

Arranca el Dr. Krápula a tocar. Cuando era adolescente (hermosa etapa de la vida), disfrutaba mucho la música del doctor. No conocía su primera canción, no conocía sino una de las canciones de su show y otra la había oído en radio. Cuando se pone pesada la primera canción todos empiezan a saltar. No lo esperaba aún, me pego en la cara contra el hombro del amigo de Pedro. En aquel salto grupal siento de todo, uñas, piernas, codos, tetas, pipís, pompas de otros hombres, cabezas y hasta una puya, como un chinche tal vez. Después del primer coro, ya me sé parte de la  canción y la canto mientras gritan todos, saltan, se mueven, bailan todos, se vuelven uno, no hay clases durante ese coro, todos se mueven hacia el mismo sitio, todos se empujan, todos iguales. “Somos, el sol, el viento el mar, somos la tierra, que se levanta…”. 

Después de varias canciones sobre salvar el ambiente (pareciera que los de esa banda se hubieran quedado en un viaje de yajé), incluida “Salva la Seva Cumbia”, suena uno de sus temas más clásicos, “Para todos todo” y comienza la estampida. Casi me matan a codazos, patadas y golpes de hombro, estábamos casi adentro del pogo. Solo recuerdo una vez haber estado tan cerca de uno, tenía 12 años y me recibió alguien de 18 (y 40 cm más de estatura) con un puño en la cara, acabando así mi etapa de punkero en el colegio. Duró aproximadamente dos horas. Nos movemos a la derecha huyendo de los golpes cuando caemos en un hueco como de alcantarilla, casi me parto el pie, pero sigo estando bien, oliendo a pecueca y fastidiado por tanto contacto y calor humano, pero bien. 

-“¡Hola Rafa!”
-“Hola”
-“¿Qué se siente estar en nuestro grupo?”
-“Muchos nervios”

Molotov va como por su quinta canción cuando me alejan de Pedro y su amigo a punta de empujones. Quedé detrás de cuatro personas que estaban como en un círculo y cuando oyeron a Pedro preguntar por mí, decidieron saludar. La niña linda del grupo es la encargada de hablarme. Tiene una pinta muy relajada y una gorra puesta para atrás. Me coquetea pero veo que son dos hombres y dos mujeres, así que prefiero no buscar un problema, además soy muy nervioso. Hago un mal chiste para romper el hielo y me pregunto si lo entendieron, ojalá. Aprovecho el siguiente despelote de música rápida para volver a mi puesto. Fue durante la parte de Molotov que disfruté más del concierto, no estábamos tan en el centro entonces no había tanto tumulto de gente como antes y Pedro y su amigo habían fumado otro porro, así que estaban contentos y yo me uní a su alegría gritando cada canción. 

Terminan los de Molotov y la chica de la gorra se despide.
-“¡Chao Rafa!”
Supongo que le caí bien. Nos sentamos a esperar a Aterciopelados cuando me coge el sueño. Estaba agotado, las piernas me dolían de una manera exagerada y quería irme a mi casa, pero faltaban todavía emociones por vivir. 

Pasa un tipo con cara de angustia, pelo negro, largo y grasoso, chaqueta oscura y jeans rotos, con apariencia de viejos, gritando como loco:
-“¡Mi maleta! ¡Mi Maleeeetaaaaaa!, Perro, ¿Quién se llevó mi maleta?”
Cuando lo vi pasar me acordé del mito de la llorona que supuestamente gritaba "¡Mis hijos, mis hijos!¿dónde están mis hijos?"

Santiago Trujillo, el tipo que habla entre banda y banda nos habla sobre el respeto y la tolerancia (qué ironía decir eso después de ver varios pogos). Nos cuenta también que estamos rompiendo récord de asistencia en RaP. Por una parte ¡qué nervios ser parte de la historia de Bogotá! pero por otra parte, no entiendo cómo carajos pueden saber semejante dato, ¿por el aplausómetro acaso? Nadie nos contó al entrar y la entrada es libre, así que no hay boletas.  

Qué grande es Andrea Echeverri. Sale al escenario caminando, irradiando serenidad y entrega un espectáculo digno de haber cerrado el festival. La gente corea sus canciones y  la emoción surge cuando interpreta “Baracunatana”, gran cóver (la versión original es de Lisandro Meza, por si no lo saben). No sé mucho de los Aterciopelados pero gocé mucho la última parte de su show, aunque cuando se acabó ya no tenía ganas de estar parado por más de un minuto nunca en mi vida. 

No entiendo a los metaleros, o más bien no entiendo por qué no creamos un Metal al Parque en vez de inundar Rock al Parque de bandas de aquel género. Algunos desadaptados insultan a Ateriopelados, una de las bandas más grandes del Rock en Colombia en el festival de Rock más grande de Colombia. 
-“¿Qué es esta mierda? ¡Queremos a Anthrax!”
Es gracioso, cuanto mi papá crecía ántrax era una enfermedad, cuando yo crecía era una arma biológica y ahora me entero de que también es una banda de Trash metal o metal basura por su traducción al español. 

Nos salimos del escenario, en busca de algo para alimentarnos (si hubiera ido a Alimentarte, no tendría hambre, pero ya había probado varias comidas en el mismo sitio antes). Pasamos al lado de un señor que vende helados, pero el hambre es más grande que los helados. 
-“Chupe Paleta no Bareta". -corea el vendedor. 
Nos cagamos de risa y terminamos comiendo una especie de choripán, pero en vez de chorizo tenía churrasco y papitas trozadas por encima. Todavía no sé si fue el hambre del momento, pero qué rico que estaba el churraspán (no pun intended). Cuando acabamos, ya había comenzado Anthrax. 

Vemos a aquella banda desde muy lejos de la tarima y no pasa mayor cosa. Pedro se termina lo que queda de su porro y las personas mueven la cabeza para adelante y hacia atrás mirando hacia abajo. Veo personas montadas en las rejas de entrada al parque y la policía, que está a escasos metros no hace nada para bajarlos. Aquí la gente no le teme a la policía como en Ferguson, aquí la policía le tiene miedo a la gente, por lo menos a esta gente. 

Nos vamos después de pocas canciones para poder conseguir un taxi, pero después de caminar hasta el centro de alto rendimiento y de escuchar a la pareja que está adelante de nosotros pelear con 3 taxistas, no conseguimos uno. Así que pedimos un Über (como para que aquellos conductores de taxi que piden 30.000 pesos por llevarlo a su casa después de cualquier evento nos miren y se mueran de rabia). Se quedan Pedro y su amigo en casa del primero y yo sigo hacia mi apartamento. Édgar, el taxista (o überista, más bien) me pregunta por el festival y le cuento mis impresiones. 

-“Es como la rumba de esos manes, hay demasiada gente y todos suelen estar fumados, algunos incluso toman trago durante las noches de conciertos.”
-“¿Y volvería?”
-“Pues a mí no me gusta mucho ir de rumba, pero sí he rumbeado más de una vez. ¿Por qué no?”

Cuando llego a mi casa, miro el reloj del celular y son las 11:45. Estoy a punto de caer inconsciente sobre mi cama, estoy lleno de recuerdos y huelo a pelo de Chewbacca después de una batalla contra el imperio. Hago lo posible por no dormirme sabiendo que me tengo que lavar los dientes y que sería genial empezar a escribir ya. 

Por: Rafael Ortiz Zableh