Mucha gente rechaza de manera irrefutable la idea de volver a hablar con amores del pasado. Se considera, por su simple naturaleza, algo dañino, tonto, inmaduro. La realidad es diferente. Es bonito volver a hablar con personas que significaron mucho para uno en algún momento. Es por algo que llegaron a significar mucho, es por algo que les queremos a pesar de que ya no estén en nuestras vidas.
No se trata precisamente de un tema de extrañar, pues creo que todos lo hemos sentido y conocemos la diferencia. Es más bien, el hecho de volver a sentir las emociones que en algún momento se vivieron, sabiendo que aunque ya no exista la pasión, siempre estará ese componente intelectual o químico que hizo que en algún momento hubiese atracción.
A los que nos gustan las personas más por su capacidad para conversar, que por sus atributos físicos, estos encuentros lejanos, escasos de cariños, son verdaderamente importantes, aunque certeramente dolorosos. Dolorosos no porque aún exista un amor, o temas por solucionar, sino por aquellos vestigios mínimos que nos quedan de las bonitas charlas que alguna vez tuvimos y aquellas que siempre querremos haber tenido.