viernes, 9 de octubre de 2015

Un trotamundos del baloncesto

Es octubre de 2015 y Bogotá es por primera vez sede de una fase de la Liga Sudamericana de Baloncesto. Obras Sanitarias de Argentina, Malvin de Uruguay y Vikingos de Bolivia se miden al local Piratas en un cuadrangular que durará tres días.

Es el minuto 5 del primer partido del día dos. Malvin de Uruguay derrota a Vikingos de Bolivia 14-4 y aunque con ganas de comerse al mundo, los jugadores del equipo que viste de blanco con anaranjado, bajan la cabeza por unos segundos para lamentar el rebote por el que cedieron los últimos dos puntos.

Poco tienen que ver estos vikingos con los escandinavos de otrora, que con determinación navegaron los mares e incursionaron en diferentes territorios dentro y fuera del continente europeo dejando un legado.

Las cosas se mantienen igual durante todo el encuentro. En el segundo cuarto, Vikingos consigue recortar un poco la ventaja, pero para el tercero, ya los uruguayos están a la cabeza por 14 puntos de diferencia. Sin embargo, para el equipo de Bolivia las ganas nunca cesan.

En este quinteto resalta entre jugadores de corta estatura y rasgos sudamericanos, un hombre muy alto, de piel negra, rastas en el pelo y deltoides marcados. Michael Anderson aprovecha un rebote conseguido por su equipo, conduce el balón hasta el tablero del rival y lo clava en la cesta transparente del Coliseo El Salitre de Bogotá. Esta situación se repite en varias ocasiones durante el partido.



Michael Anderson arriba a Bogotá y se reúne con sus nuevos compañeros en el lobby del hotel en el que se hospedan, ubicado al norte de la ciudad. Saluda con respeto al profesor Vargas, quien será su técnico por los próximo días. Con ayuda de un traductor (Michael es gringo) consigue hacerse entender en cuestión de minutos con el resto del equipo.

Anderson llega a esta primera fase del torneo con poco más que un par de buenas referencias del Básquet de Bolivia, pero sabiendo que el objetivo es claro, si se muestra acá, si lo entrega todo, América del Sur verá lo que tiene para ofrecer. Quizás así algún otro equipo de Bolivia o por qué no, alguno de Argentina, Brasil o Uruguay se fije en su talento.


El encuentro en El Salitre termina dejando a los uruguayos con un pie y medio en las semifinales y a Vikingos con buenas sensaciones, pues el resultado 67-47, aunque suena a apabullada, pudo ser peor.

Para Giovani Vargas, director técnico de Vikingos, los resultados son de esperarse, teniendo en cuenta la diferencia presupuestal entre su equipo y los rivales, “Es un balance positivo, ya que en Bolivia todavía el Básquet no es profesional, así que eso es lo que saca diferencia”.

El adiestrador, que llegó recientemente al equipo, desconoce con certeza el origen del nombre de su equipo, pero, como muchos otros, asegura que se debe a que “Al fundador, que ya falleció, lamentablemente, le apodaban vikingo, si no me equivoco, viene por ese lado”.

Del camerino sale hacia la grada Michael Anderson, quien anotó 16 puntos (más que cualquier jugador del equipo rival) durante el partido. Se toma fotos y selfis con varios aficionados y se sienta cerca de sus compañeros a ver el encuentro entre Piratas y Obras Sanitarias.

Después de acercarme, le pregunto en inglés a Michael si puede darme un par de minutos para una entrevista. Accede con una sonrisa y hace un balance rápido de lo que acaba de pasar en la cancha. “Considero que ambos equipos hicieron un buen partido, teniendo en cuenta sus diferentes ligas”.

La conversación deja de ser netamente relacionada con el encuentro que acaban de perder y pasamos a hablar de su pasado y futuro como jugador profesional. Michael dejó el baloncesto universitario de la NCAA y aunque no pudo cumplir su sueño de jugar en la NBA, decidió arriesgarse y dedicarse a lo que le gustaba.

Así como los vikingos de otrora, Michael Anderson anduvo por diferentes pedazos del territorio europeo buscando su lugar, pero el destino decidió que terminase jugando para un equipo boliviano en un torneo en Bogotá. Como él, son muchos los basquetbolistas norteamericanos que terminan como trotamundos, siguiendo su pasión en el lugar que tengan que hacerlo.

Anderson no sabe exactamente a dónde irá cuando acabe la temporada en Bolivia este diciembre, pero espera que su juego haya gustado, pues le encantaría quedarse en Sudamérica haciendo lo que ama.

Cuando dejamos de hablar de su futuro, hay más de una docena de personas fascinadas con la situación y quieren tomarse más selfis con Michael, él se despide dejándome su correo por si conozco de algún equipo que pueda estar interesado en sus servicios.  Se va por su lado, pensando en el partido del día siguiente, pues Obras Sanitarias, su próximo rival, llegó al torneo con la el cartel de favorito. 

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Días como hoy

Hay días en que no existo. Pasa que hoy no soy yo, sino una versión que no conozco de mí mismo. Por momentos me pregunto por la percepción que tenemos de la realidad, por la manera arbitraria en la que se decide lo que es importante.

Educación, una buena pareja, dinero, una familia, decisiones laborales correctas, un buen carro, vida saludable, propiedades, dietas, estar informado, tener una opinión sobre todo… Se hace mucho y se consigue mucho, pero se vive poco.

En días como hoy envidio a los niños, su naturaleza de inocencia, de despreocupación ante lo que otros consideran indispensable. Me pregunto qué pasa si se decide actuar como actúan los infantes, si se decide dejar de lado lo que las otras personas consideran como base de la sociedad.

¿Qué pasa si huimos, no por miedo, sino por convicción?

¿Qué pasa si nos atrevemos a sentir el viento en la cara?

¿Qué pasa si dejamos de lado los inventos humanos y simplemente somos humanos?

Desconozco en qué momento dejamos que los demás decidan lo que soñamos. No entiendo por qué seguimos sumisos a las pocas decisiones que la sociedad nos deja elegir, por qué seguimos una rutina como esclavos para alcanzar las mismas metas de todos los demás, por qué seguimos creyendo que dios está en los libros, en el pasado o en el destino, cuando tenemos la oportunidad de ser más que aduladores.

Ser humano no es hacerse un tatuaje o usar un piercing para ser diferente. Ser humano es entenderse como único e irrepetible, dejar de lado los prejuicios. Ser humano es explorar su continente, explorar el mundo, explorar el universo si se puede y llegar más allá de todo límite. Ser humano es descubrirse a uno mismo, aceptar a los demás y aprender a amar.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Me sacaron las ganas

A Diego Armando Maradona le sacaron las ganas de jugar en River en 1981. Hoy tú me sacas las ganas de seguir cultivando un afecto por ti. Te fuiste sola, con el futuro que tenía planeado para los dos, con aquellas reflexiones a las que llegamos después de conocernos y con mis ganas de seguir a tu lado. 

Fue difícil vivir sabiendo cuál era el desenlace natural de nuestra relación. Intenté por todos los medios cautivarte, mostrarte lo mejor que tengo para dar, convenciéndonos de lo imposible, pero somos incompatibles. Así que era apenas lógico lo de hoy, “el fuego se apagó, un día el techo se rajó y el pájaro vio el cielo y se voló”. 

Como a Maradona en el 81, a mí me sacaron las ganas de imaginar cuentos contigo, de andar de noche con los dedos entrelazados, de encontrar corazones cada que se empañan los vidrios y de confesarte, bajo el calor de una cerveza en algún bar de Bogotá, que estoy perdidamente enamorado de ti. 

lunes, 17 de agosto de 2015

Estar del otro lado

En algunas circunstancias, la vida se reduce a un espejo de doble faz en el que alguien actúa dejando ver algunos de los detalles de su realidad, mientras la otra persona se sienta detrás del vidrio que los separa. Este segundo individuo observa, lee despacio las situaciones, elige lo que más le gusta y a partir de lo que ve, se aproxima a la primera persona, o aguanta con desesperación una aproximación. 

Se siente bastante extraño dejar de estar del lado del espejo en el que se espera con tranquilidad y se enmarca lo que se quiere mostrar. Es una situación novedosa, en la que el ego que algún día me alimentó, eventualmente se convertirá en el ego de alguien más, eventualmente será repartido, pues me siento capaz de admirar las cualidades de esta nueva persona a través del espejo que nos separa.  

Entiendo por primera vez lo que es ver a alguien más como prodigioso, encontrar en aquella persona cualidades que no poseo. O quizás sí las poseo, aunque solo para aquellos que me miran desde el lado opuesto de algún otro espejo. Hoy entiendo a aquellos observadores por primera vez y de todo corazón, pido perdón, pues sé que me he equivocado más de una vez. 

No más excusas baratas, ya conozco el otro lado. 

Es una lástima que no quedo en igualdad de condiciones, pues el vidrio que nos separa a ella y a mí, no es un espejo de tiempo real, es más una transmisión en diferido desde un lugar lejano, con la que difícilmente podré sincronizarme algún día. 

Tan simple, tan elegantemente informal, tan talentosa; tan imposible...