Es el minuto 5 del primer partido del día dos. Malvin de Uruguay derrota a Vikingos de Bolivia 14-4 y aunque con ganas de comerse al mundo, los jugadores del equipo que viste de blanco con anaranjado, bajan la cabeza por unos segundos para lamentar el rebote por el que cedieron los últimos dos puntos.
Poco tienen que ver estos vikingos con los escandinavos de otrora, que con determinación navegaron los mares e incursionaron en diferentes territorios dentro y fuera del continente europeo dejando un legado.
Las cosas se mantienen igual durante todo el encuentro. En el segundo cuarto, Vikingos consigue recortar un poco la ventaja, pero para el tercero, ya los uruguayos están a la cabeza por 14 puntos de diferencia. Sin embargo, para el equipo de Bolivia las ganas nunca cesan.
En este quinteto resalta entre jugadores de corta estatura y rasgos sudamericanos, un hombre muy alto, de piel negra, rastas en el pelo y deltoides marcados. Michael Anderson aprovecha un rebote conseguido por su equipo, conduce el balón hasta el tablero del rival y lo clava en la cesta transparente del Coliseo El Salitre de Bogotá. Esta situación se repite en varias ocasiones durante el partido.
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Michael Anderson arriba a Bogotá y se reúne con sus nuevos compañeros en el lobby del hotel en el que se hospedan, ubicado al norte de la ciudad. Saluda con respeto al profesor Vargas, quien será su técnico por los próximo días. Con ayuda de un traductor (Michael es gringo) consigue hacerse entender en cuestión de minutos con el resto del equipo.
Anderson llega a esta primera fase del torneo con poco más que un par de buenas referencias del Básquet de Bolivia, pero sabiendo que el objetivo es claro, si se muestra acá, si lo entrega todo, América del Sur verá lo que tiene para ofrecer. Quizás así algún otro equipo de Bolivia o por qué no, alguno de Argentina, Brasil o Uruguay se fije en su talento.
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El encuentro en El Salitre termina dejando a los uruguayos con un pie y medio en las semifinales y a Vikingos con buenas sensaciones, pues el resultado 67-47, aunque suena a apabullada, pudo ser peor.
Para Giovani Vargas, director técnico de Vikingos, los resultados son de esperarse, teniendo en cuenta la diferencia presupuestal entre su equipo y los rivales, “Es un balance positivo, ya que en Bolivia todavía el Básquet no es profesional, así que eso es lo que saca diferencia”.
El adiestrador, que llegó recientemente al equipo, desconoce con certeza el origen del nombre de su equipo, pero, como muchos otros, asegura que se debe a que “Al fundador, que ya falleció, lamentablemente, le apodaban vikingo, si no me equivoco, viene por ese lado”.
Del camerino sale hacia la grada Michael Anderson, quien anotó 16 puntos (más que cualquier jugador del equipo rival) durante el partido. Se toma fotos y selfis con varios aficionados y se sienta cerca de sus compañeros a ver el encuentro entre Piratas y Obras Sanitarias.
Después de acercarme, le pregunto en inglés a Michael si puede darme un par de minutos para una entrevista. Accede con una sonrisa y hace un balance rápido de lo que acaba de pasar en la cancha. “Considero que ambos equipos hicieron un buen partido, teniendo en cuenta sus diferentes ligas”.
La conversación deja de ser netamente relacionada con el encuentro que acaban de perder y pasamos a hablar de su pasado y futuro como jugador profesional. Michael dejó el baloncesto universitario de la NCAA y aunque no pudo cumplir su sueño de jugar en la NBA, decidió arriesgarse y dedicarse a lo que le gustaba.
Así como los vikingos de otrora, Michael Anderson anduvo por diferentes pedazos del territorio europeo buscando su lugar, pero el destino decidió que terminase jugando para un equipo boliviano en un torneo en Bogotá. Como él, son muchos los basquetbolistas norteamericanos que terminan como trotamundos, siguiendo su pasión en el lugar que tengan que hacerlo.
Anderson no sabe exactamente a dónde irá cuando acabe la temporada en Bolivia este diciembre, pero espera que su juego haya gustado, pues le encantaría quedarse en Sudamérica haciendo lo que ama.
Cuando dejamos de hablar de su futuro, hay más de una docena de personas fascinadas con la situación y quieren tomarse más selfis con Michael, él se despide dejándome su correo por si conozco de algún equipo que pueda estar interesado en sus servicios. Se va por su lado, pensando en el partido del día siguiente, pues Obras Sanitarias, su próximo rival, llegó al torneo con la el cartel de favorito.