Si la ves, dile que ando enamorado, que nunca he sido tan feliz. Cuéntale que no la extraño hace mucho tiempo y que a duras penas recuerdo su nombre. De igual manera, coméntale que ando mejor que nunca, que soy como una estrella que no se apaga en ningún momento, que cada día encuentro más razones para vivir.
Que solo cuando duermo me pierden la pista, que soy el hombre menos amargado y el yerno que todas las madres quisieran tener. Dile que hace mucho no me ven tomando, que casi nunca estoy solo y que cada día soy más feliz.
Hazle saber por favor si la ves, que las cosas están muy bien, que no hay de que preocuparse.
Véndele todas estas ideas por favor, que no se entere nunca de la verdad.
jueves, 7 de agosto de 2014
lunes, 17 de marzo de 2014
Nicotina Digital
Cuando Jacobo Celnik, mi profesor de Redacción de Entrevista, nos propuso por primera vez el reto, se me hizo en extremo sencillo y lo tomé como un proyecto chico, para conseguir una nota fácil tal vez. Qué equivocado estaba, vivir sin redes sociales puede llegar a ser una odisea, un desafio de miedo, de verdadero terror.
Para empezar, tengo que contarles mi nivel de adicción. Creo que de las 18 horas que paso despierto al día, tengo una pantalla frente a mi cara durante algo así como ocho. Yo ya no soy libre, ya no pertenezco a mí mismo, soy de Twitter, de Facebook, de Whatsapp y más recientemente de Snapchat. Mi teléfono, mi juguete preferido, tiene en la pantalla de inicio las aplicaciones que más uso, ¿Cuáles? Pues sí… Whatsapp, Facebook, Twitter y Snapchat. Mi cigarrillo preferido suele ser Twitter, cosa enviciante que es el pajarito azul. No trino en exceso, la verdad, solo me encanta estar mirando el Timeline todo el tiempo, es adictivo. De Facebook reviso el News Feed varias veces al día, pero lo uso más que nada para chatear por interno, como si fuera otro servicio de mensajería igual a Whatsapp y Snapchat, dulces Whatsapp y Snapchat…
Las 8 primeras horas fueron bastante sencillas, pues estaba dormido. La noche anterior al primer día me acosté bastante temprano, no tenía ningún mensaje de redes sociales como para despedirme de ellas. Cuando desperté, ya tenía 6 textos acumulados en Whatsapp y antes de las 9 de la mañana, ya habría recibido otros tres. Esa noche soñé todo el día con esto, con cómo sería la abstinencia. Antes de comenzar le comenté del proyecto a mi novia y a mi madre, para que pudieran contactarme al celular por si acaso, pero no caí en cuenta de una cosa. Por primera vez en varios años, me quedé sin saldo para llamar desde el móvil. Cuando fui a enviarle un mensaje de texto a mi novia en la mañana, descubrí que sin saldo, no puedo enviar mensajes de texto tampoco. Muchas Gracias ETB y sus llamadas de 90 minutos peleando con servicio al cliente cada vez que falla el teléfono y el Internet.

Descubro que la comunicación era muy complicada antes de la llegada de los celulares, pues al no tener minutos no puedo llamar a mi amigo Federico, con quien iba a encontrarme para hacer un trabajo, lo busco por 15 minutos por toda la biblioteca hasta que consigo que alguien me preste el teléfono para poder llamarlo. La tranquilidad viene a mí cuando consigo hablar con mi novia, dejo de preocuparme por chatear, quizás no sea tan adicto a Whatsapp, quizás solo soy un poco adicto a hablar con ella. Después de eso, sucumbo a una de las aplicaciones sociales de mi móvil por primera vez, pues al no tener minutos no tengo como hablar con Luisa, con quien había quedado de jugar Squash en las horas de la tarde. Uso Snapchat, para evitar leer lo que ya enviaron por Whatsapp y me limito a mandarle una foto con texto a ella, pidiéndole que me llame para coordinar lo del partido. No terminamos jugando.
Más tarde me llama Tomás y me invita a jugar fútbol 5 a las siete. El caso de Tomás es algo curioso, pues no tiene Smartphone y solo está en Facebook para comunicarse con las personas cuyos números de teléfono no tiene. Es él la prueba viviente de que las redes sociales no son tan necesarias como muchas veces pensamos. Cada vez estoy más convencido de que lo ideal no es estar totalmente desconectado, solo no dejar que nuestras vidas dependan de ello.

36 horas después de haber empezado este reto, tengo, según mis notificaciones, 29 mensajes de 10 conversaciones diferentes sin leer, pero el mundo no se ha acabado. Agarro el computador de nuevo y mi cerebro automáticamente clickea en la miniatura azul de las páginas frecuentemente visitadas que representa a Facebook. Cuatro notificaciones y un mensaje, no los he visto y, de nuevo, el mundo no se ha acabado.
Me despierto 55 horas después de haber comenzado el reto. Tengo más de 50 mensajes sin leer en Whatsapp, pero no siento necesidad de abrirlos. Pocas personas se preocuparon realmente porque no contestara sus mensajes, ninguna persona se molestó. Es interesante hacer una reflexión, preguntarse quizás, ¿cuántas horas al día se gastan en redes sociales?. Lo ideal sería darle a las nuevas tecnologías los mismos conceptos que se tienen con cosas como el juego y el consumo de alcohol: Todo con moderación.
jueves, 27 de febrero de 2014
El muchacho que solo sabía silbar
Sabía que el mundo era interesante, sabía que todo estaba lleno de vida, pero en su vereda no había nada, no se conocía de nada y no había más que tristezas. No le quedaba de otra que silbar, entonces silbaba. Y silbaba muchos vallenatos y cumbias que estaban de moda en la emisora local y silbaba boleros muy antiguos que había encontrado en un cassette viejo que había hallado en el cajón de recuerdos de su abuelo. Y silbaba solo en los campos vacíos y muertos que añoraban la lluvia.
Él había oído hablar de Cuba y de libertad, de caballos mecánicos gigantes en los que la gente con dinero se movía hacia su trabajo y había oído historias fantásticas como que el hombre se paraba en la luna y que existían naves gigantes que volaban en el espacio como en la guerra de las galaxias. Había visto tantos videocasetes cuando no estaba entregando cartas que ya no sabía qué era real y qué era de mentiras.
Fumaba de puro hábito, pues no le gustaba el sabor del tabaco en su boca, pero de niño había visto a los grandes fumar toda la vida. Sentía que el mundo llegaba a su final hasta que llegó el primer aguacero de la temporada, y las campos volvieron a crecer y las personas volvieron a comer.
Leía a Borges y a Cortazar, disfrutaba todas sus letras y le encantaba escribir también. Escribía de caballos mecánicos, de esos caballos mecánicos que veía en sus sueños y de aquel americano que alguna vez había pisado la luna. Escribía y silbaba, escribía y silbaba hasta que un día encontró un cuento, uno de Cortazar que encontró en un libro viejo que había llegado al pueblo en el biblioburro, “Fin del Mundo del Fin”. Y por miedo a que todo acabara, dejó de escribir y dejó de hacer basura también, pues eso le pareció que era importante (era un muchacho analítico).
Y como dejó de escribir y como los libros, los cassettes y los filmes generaban muchos desechos, dejó de leer, escuchar y ver películas. Entonces envejeció muy rápido y como no quería ver y como no quería escuchar, se quedó toda la vida silbando boleros viejos que se había aprendido, y nunca volvió a escuchar y nunca volvió a ver nada.
domingo, 23 de febrero de 2014
Del tamaño de un tuit o dos...
Él le escribía con pluma y ella a máquina de escribir. Se pensaban mutuamente y a los ojos de todo se estaban empezando a querer. Los dos sabían que se amaban pero andaban con miedo de contarse… Y al igual que en Rayuela, en algún momento “andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse”.
lunes, 17 de febrero de 2014
La primera de una serie indefinida de cartas.
Febrero 17 de 2014
Hola amigo,
Tú no me conoces, pero yo sí sé quien eres. Te escribo esta carta porque te quiero preguntar un par de cosas.
¿Alguna vez has sentido que no quieres que un momento acabe nunca, pues aunque el momento no es el más especial, simplemente no quieres estar separado de una mujer?
¿No Te ha pasado que te encuentras abrumado por una sola persona, y todo lo que haces es pensando en ella, y todo lo que dices es pensando en ella?
¿Nunca te has sentido, amigo, como si nada, absolutamente nada en el mundo importara si estás a su lado, si la abrazas, si se besan?
Después de verla suelo manejar un trayecto de 20 kilómetros. Siempre he odiado ese trayecto, siempre aburrido, siempre llenó de carros. Pero ahora que estamos juntos se hace más corto, más ameno, más musical.
¿Eso nunca te ha pasado, amigo?
Como sea, gracias por leerme, pues aunque tú no me conozcas, sé que tratas de entenderme. Y tal vez, te has sentido igual que yo y quizás sí me conozcas un poco.
I don't know why, but lately, I find myself singing silly love songs all the time.
Hola amigo,
Tú no me conoces, pero yo sí sé quien eres. Te escribo esta carta porque te quiero preguntar un par de cosas.
¿Alguna vez has sentido que no quieres que un momento acabe nunca, pues aunque el momento no es el más especial, simplemente no quieres estar separado de una mujer?
¿No Te ha pasado que te encuentras abrumado por una sola persona, y todo lo que haces es pensando en ella, y todo lo que dices es pensando en ella?
¿Nunca te has sentido, amigo, como si nada, absolutamente nada en el mundo importara si estás a su lado, si la abrazas, si se besan?
Después de verla suelo manejar un trayecto de 20 kilómetros. Siempre he odiado ese trayecto, siempre aburrido, siempre llenó de carros. Pero ahora que estamos juntos se hace más corto, más ameno, más musical.
¿Eso nunca te ha pasado, amigo?
Como sea, gracias por leerme, pues aunque tú no me conozcas, sé que tratas de entenderme. Y tal vez, te has sentido igual que yo y quizás sí me conozcas un poco.
I don't know why, but lately, I find myself singing silly love songs all the time.
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